18.1.11


Duermes en mí
porque la noche sólo existe
derramada para nosotros
en su fuego de astros.
Te haces de mi sangre,
me respiras
al contacto de mi piel,
y cálida, tibia,
deseosa sólo de mi roce,
eres sendero en el sueño
y una mirada limpia en la mañana.
Entonces puedo desnudarte el alma
en la humedad del río en que navego
y dejarte silenciosa,
en esa hora de magia
que a veces trae la brisa
al adentrarse en nuestro cuarto
como en un vuelo de pájaros del bosque
y en el sabor todavía fresco
de un placer cumplido.