
Indecisamente sumergida
en la penumbra de mi alcoba
desmelenada en el blanco
y perfumado lecho
bajo el edén de los edenes
mis piernas forman una corona
de impudor sobre tu espalda.
Al ritmo de tu cuerpo,
sobre mi cuerpo asciendes…
Mi cabellera se derrama sobre tu pecho
como lluvia sobre la hierba…
Un hombre, una mujer se desnudan
bajo el pálido reflejo de la luna
sobre la cama y en la penumbra
queda tu cuerpo sobre mi cuerpo.

No me pidas que te ame…
déjame amarte sin decírtelo
entre tus brazos fuertes,
en los silencios cómplices,
con caricias nuevas, como rosa abierta
en poemas leídos a través de tu cuerpo
y en la agitada respiración
cuando besas mi pecho.
A mi espalda yaces
como un hombre que ama
que me estrecha en la noche
con sus brazos dormidos…
Que besa mi frente, y acaricia mis ojos
con manos lentas…
Y al alba nos miramos, sonreímos, con las cortinas abiertas.
en la penumbra de mi alcoba
desmelenada en el blanco
y perfumado lecho
bajo el edén de los edenes
mis piernas forman una corona
de impudor sobre tu espalda.
Al ritmo de tu cuerpo,
sobre mi cuerpo asciendes…
Mi cabellera se derrama sobre tu pecho
como lluvia sobre la hierba…
Un hombre, una mujer se desnudan
bajo el pálido reflejo de la luna
sobre la cama y en la penumbra
queda tu cuerpo sobre mi cuerpo.

No me pidas que te ame…
déjame amarte sin decírtelo
entre tus brazos fuertes,
en los silencios cómplices,
con caricias nuevas, como rosa abierta
en poemas leídos a través de tu cuerpo
y en la agitada respiración
cuando besas mi pecho.
A mi espalda yaces
como un hombre que ama
que me estrecha en la noche
con sus brazos dormidos…
Que besa mi frente, y acaricia mis ojos
con manos lentas…
Y al alba nos miramos, sonreímos, con las cortinas abiertas.