
Respiraba tu aroma, tu almizcle inigualable de mujer y deseo.
Hambriento y sediento de ti
mi boca dejaba una letanía húmeda con mi lengua
recorriendo, lentamente, toda la geografía de tu piel.
Mordía, sorbía, lamía…
en esos instantes me dejé llevar por tus gemidos.
Nada tuvo más luz en aquella noche de verano
que el jugo caliente y marino de tu cuerpo.
Hambriento y sediento de ti
mi boca dejaba una letanía húmeda con mi lengua
recorriendo, lentamente, toda la geografía de tu piel.
Mordía, sorbía, lamía…
en esos instantes me dejé llevar por tus gemidos.
Nada tuvo más luz en aquella noche de verano
que el jugo caliente y marino de tu cuerpo.